Monday, May 02, 2005

Ilesa Humanidad

Tato Pavlovsky, en un reportaje en el Clarin de Hoy:

Siempre fui de la idea de que es bueno conocer la cabeza del enemigo. La vida
cotidiana de un represor puede ser parecida a la de uno. No hay una patología
del sádico, como nos enseñaron ciertas películas norteamericanas. La cabeza de
un represor es bastante parecida a la de un burócrata de escritorio, y eso lo
hace más siniestro


Reportaje en el Guardian de hoy a una de las enfermeras que estaban en el bunker de Hitler.


La cotidianidad como expresión de lo "humano" (en el amplio sentido de la palabra, que incluye el lado atroz). Leer una revista Gente de la época de la dictadura y ver que al lado de la ideología fascista, una familia feliz compra un Renault 12 en cuotas.

El reportaje a la enfermera es interesante porque habla de la cúpula nazi desde el lugar de "cómo van a ser malos si con nosotros fueron siempre muy afectuosos". Tambien es casi graciosa la envidia lanusense a Eva Braun "esa mosquita muerta no se mereccía estar al lado del Adolfo". Curioso, me doy cuenta ahora que había una Eva al lado del dictador.

Uno tiene la sensación que la construcción ideológica de la realidad es algo tan artificial... la moral, termina siendo algo tan artificial. Claro, es mas facil pensar que un tipo como Hitler era una cosa extraña. Pero es evidente que mas allá de su patología, no era muy diferente a muchos que vemos a diario en nuestros ambitos de estudio/laborales. Claro, asumir esto es asumir que no somos una raza muy interesante. Asumir esto implica ver que no somos tan superiores como creíamos. Y sobre todo, asumir esto hace que lo "esencial" , la matriz humana, no sean las grandes gestas ni la moralidad, ni la religiosidad, ni la ciencia, sino esos pequeñitos momentos de rutina. Esperar el colectivo. Comerse los mocos. Ponerse desodorante.